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Dios, el Diablo y yo

  • Camille
  • 29 ene 2017
  • 2 Min. de lectura

Soy del primero que me encuentre - dijo Camille -

Volteó y al darse cuenta de su reflejo en el espejo escuchó una voz seductora que retumbaba en su cabeza «ahora eres mía».

¿Quién era? Ni más ni menos que el rey del infierno.

-Llevaba años esperándote querida, ahora estás más hermosa que nunca y como tu dueño te ordeno que te despojes de todo lo que posees.

-Solo poseo un labial y mi ropa interior…

- ¿Y tus sentimientos? ¿Tu alma?

-Creo que Dios no me hizo para eso.

-Lo entiendo, ahora quítate la ropa, te haré mía.

Ella se fue quitando sus bragas mientras aquel demonio la observaba.

-Ahora aplícate ese irresistible labial, bella dama.

Ella se aplicó su labial carmín, el único que había utilizado hasta el momento. Estaba muy emocionada por lo que iba a suceder, por fin sería de alguien.

-Ya está, ahora ¿Qué quieres?

-Te quiero en cuatro…

-Dale, como quieras.

Camille, se fue acomodando en posición de cuatro, cuando el demonio exclamó:

- ¡Para!, ¿Qué es lo que haces? ¿Acaso es el único cuatro que conoces?

-Pensé…

-Se te ha hecho costumbre, ¿no? Mira, el hecho de que seas una puta no significa que no puedas escuchar antes de actuar, ni siquiera he terminado de decir qué tipo de cuatro.

//Pausa dramática//

Me refería a que te quiero en cuatro tiempos: Quiero tu pasado, tu presente, tu futuro. Te preguntarás cuál es el cuarto entonces, quiero el tiempo que sueñas.

Y así ella pensó que el diablo no era tan malo como decían, después de todo, él la tenía.

-Es lo más lindo que me han dicho hasta el momento.

-Ya te acostumbrarás, en mi reino y en el mundo soy el rey de los engaños y mentiras, hacer feliz a la gente por medio de estas es mi gran don, te encantará.

-Lo importante es ser feliz.

-Tú lo dijiste.

- ¿Entonces me levantarás cada día con cosas bonitas como esas?

-Si es lo que quieres, sí.

-Pero, espera. ¿Cuántas más tienes aparte de mí?

-Ninguna, tú eres la primera.

- ¿Me dejarás algún día?

-Nunca, si es lo que deseas.

- ¿Me amarás hasta el fin de los días?

-Sí, será un placer.

- ¿Estás mintiendo?

-Sí, lo estoy haciendo, preciosa.

Cuando Camille escuchó esto, su corazón se quebró, aun sabiendo en lo que se metía, decidió creer en el demonio en el que tanto le habían dicho que no confiara. Ahí se dio cuenta de que las mentiras provenían de lo más profundo de la maldad y que la sociedad en la que se encontraba estaba infestada de esta peste.


 
 
 

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