Guapa
- Camille
- 23 feb 2017
- 2 Min. de lectura
Recuerdo los senos de mi madre: redondos, grandes, con un lunar pequeñito al lado del pezón; me encantaba verlos, no solo por su tamaño sino porque sabía lo que había dentro: mi comida.
Dejé de tomar leche a los tres años, pero aún recuerdo sus pechos como una obra de arte; tienen tanta relevancia, es lo que un bebé siente y ve antes que cualquier otra cosa y se vuelven primordiales en los primeros momentos de vida, es difícil dejar de darles su lugar.
Así como los senos, también le doy lugar a mi mamá, que a pesar de lo que piensa sobre mi trabajo, me sigue amando como cuando era un bebé, a pesar de que ya no me habla y lo último que me haya dicho fuera que era una puta.
Fui a visitarla a casa hace 5 años, quería verla, desde mi graduación no lo hacía, deseaba darle noticias sobre mí y un abrazo gigante. Cuando golpeé, me abrió y vi como su mirada me reflejaba nostalgia y un profundo dolor.
─¡Madre, qué felicidad es verla! –le dije mientras la abrazaba con impulso.
Ella dejó que lo hiciera pero no hubo reciprocidad, fue entonces cuando entendí que ya se había enterado.
─Que esta sea la última vez que vuelvas -dijo dirigiéndose a mí con esa mirada que siempre me daba miedo de niña.
─Madre, pero ni siquiera he terminado de llegar, ¿por qué dice eso?
─Ya toda la familia lo sabe -exclamó quitándome la mirada de encima.
─¿Qué es lo que creen saber, Má? -pregunté esperando que cambiara su tono de rabia y decepción.
─Que andas por ahí prostituyéndote.
─Bueno, eso puede que sea verdad, pero…
─¿Pero? –preguntó interrumpiéndome-, ¿acaso no te hemos dado todo? Estudiaste en la universidad, cosa que ninguno de nosotros tuvo la oportunidad y ahora, dizque prostituta, no pues, qué orgullo. -dijo haciendo ese ademán con las manos que nunca me gustó- Y lo peor del caso: vienes como si nada, ¡DESCARADA! -exclamó.
─Madre, mis estudios no tienen nada que ver con lo que decidí hacer con mi vida, y mi trabajo no define lo que soy. Sigo siendo una persona que siente como tú. Sé que debí venir antes, pero no me sentía preparada para esta charla.
Comenzó a derramar lágrimas y lo último que me dijo fue:
─¡Largo de aquí, puta!
Salí con el corazón destrozado, pero la perdoné al instante que cerré la puerta, ya se le pasará, pensé.
-CAMILLE.
Comentarios