Cómprame o déjame, publicidad para una prostituta.
- Camille
- 15 abr 2017
- 3 Min. de lectura
—Me gustas cuando estás desnuda, me gusta tu confianza, que no escondas tus imperfecciones, que hagas de ellas tus virtudes. —Mira, no me puedes decir eso, no es el momento, estoy trabajando. —Pero te pago también para que me escuches y eso quiero decirte, que me gustas. —Es muy lindo de tu parte, pero lamento decirte que yo no siento lo mismo por ti. Puede que cojamos una vez a la semana, pero eso no implica que estemos destinados a estar juntos y esas cosas. —Entiendo que estés así por la muerte de tu flaco Camille, pero solo quiero expresarme. Espero que cuando se te haya pasado, me des una oportunidad. —No pienso darle una oportunidad a nadie, ya todo está muy claro para mí. Y sí, puede que esté así por Federico, pero eso no es asunto tuyo, ¿sabes? —De acuerdo, pero por favor considéralo.
Camille asintió con la cabeza mientras se abrochaba su sostén, es ahí cuando su cliente la abraza por la espalda y le susurra al oído —Te voy a esperar, creo que te amo. —Ajá, como digas. —Puede sonar prematuro, pero es lo que siento; no miento. —No es la primera vez que un cliente dice estar enamorado de mí, suele pasar que piensan que porque los escucho yo los amo y puede que tengan razón, de alguna manera escucharlos a ustedes demuestra un poco de amor, pero no quiero estar sentimentalmente con ninguno. —Podemos vernos más seguido si es lo que deseas, te demostraré que no soy como los demás. —Cállate, no me hagas enojar —dijo Camille hastiada de tanta insistencia. —Pagaré más para verte, si es por el dinero. —No, no necesito que me pagues más, creo que te has tomado muy enserio que me compras para amar como dice Valgur, pero ya, he decido que no quiero trabajar más para ti. ¡Me estás trayendo muchos dolores de cabeza! No quiero más problemas en mi vida, ¿entiendes? —salió enfadada del hotel y agarró el primer taxi que vio. En ese momento, viendo tras la ventana la ciudad de noche con sus luces nauseabundas, las parejas cogidas de la mano y la luz de la luna, se da cuenta que ha perdido más de lo que pensó. —¿El amor duele o duele su ausencia? —le pregunta al taxista. —La ausencia es lo que duele, muñeca —dijo el taxista con un tono picaresco mientras la miraba por el retrovisor.
Camille se sintió un poco intimidada por este hombre, decidió bajarse y caminar sola de noche mientras pensaba «¿por qué al flaco?» Hubo un momento donde no pudo seguir caminando, sus pensamientos no la dejaban respirar. Decidió sentarse en un andén a llorar, diciéndose a sí misma, «el flaco fue la persona más sensata que he podido conocer y estaba muy orgullosa de él» se sentía mal por no haberle dicho esto antes, pero ya era tarde. Ni las lágrimas lo traerían de vuelta. De algo ella estaba segura y era que pronto se volverían a ver, no en esta vida, tal vez ni en la siguiente, pero se tendrían que volver a cruzar. Fue ahí que entendió que ya no tenía a quién amar, ni quién la amara a excepción de ella misma, entonces cogió su móvil y marcó a aquel hombre con el que había estado unas horas antes. —Hola… —¡Camille! me alegra que me llames, estaba a punto de llamarte, perdón por lo de hoy, no fue mi inten… —Acepto que mi paga sea mayor, nos veremos los miércoles, jueves y viernes. Sólo te escucharé más que antes, pero no pienso salir contigo como algo más —dijo interrumpiendo la disculpa del hombre. —De acuerdo Camille, pero me gustaría que realmente consideraras ser mi pareja. —No puedo, ¿aceptas o no? —Acepto, pero por favor, piéns… —¡Que no puedo hombre! soy una prostituta —Camille colgó y siguió caminando hasta su casa.
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