top of page

Esa bendita estrella

  • Mariposa
  • 3 may 2017
  • 22 Min. de lectura

La cabeza me da vueltas, estoy teniendo otro ataque de pánico y esta vez no sé cómo controlarlo; me encuentro en el balcón pensando en cómo es posible que tan solo hace unas cuantas semanas estabas junto a mí prometiéndonos amor eterno, y un día llegaras con otro de tus impulsos dejando todo a un lado por ir detrás del viento.


Lleno de ansiedad y con el cuerpo bañado en sudor, tomé un cigarrillo, comencé a hablarle al viento acerca de ese amor fugaz que hizo que te quedaras en mis recuerdos más que cualquier otro ser, los colores de la vida comenzaron a tomar voz propia.


—Un azul recorre tu recuerdo, como aquel azul que busca libertad en el cielo; un tono verdoso que me lleva a ese domo en el cual perdí la noción del tiempo y donde se me olvidó decirte cuanto te quería; un rojo que me transporta a aquella noche llena de confesiones de nuestro pasado y en dónde me di cuenta que no eras igual a los demás; y por supuesto un tono amarillo que no necesita descripción, con solo verte a los ojos cualquiera notaría ese brillo peculiar que llevas contigo.


Mi noche de inspiración fue interrumpida por una llamada inesperada.


—Si buenas, por favor Héctor.


—Con él habla ¿quién lo necesita? —pregunté con curiosidad.


—Como de costumbre olvidándose de sus amigos —dijo con tono sarcástico.


— ¡Amigo!, he estado esperando esta llamada por semanas. ¿Está en Buenos Aires? ¿Cuánto tiempo se va a quedar? ¿Cómo ha estado? ¿Cómo va todo? Tengo mil preguntas que hacerle y tanto que contarle —le pregunté ansioso y lleno de felicidad. -lo que me agobiaba hace un minuto había pasado a un segundo plano-.


Después de unas risas respondió —Calma hermano, llamaba para invitarlo a un café, ya tendremos tiempo de responder varios interrogantes.


Cuadramos el lugar, el día y la hora, luego de unos chistes, colgamos. No podía de la felicidad, en el planeta no existía nadie que me llenara de tan buena energía como mi amigo Federico. Ambos fuimos víctimas de duendes en el pasado, nos conocimos de casualidad. Siempre me burlo de él porque le digo que quería ser mi amigo y yo simplemente se lo permití, lo cual no es mentira, así fue. Un día según él, golpeé tan duro una pared que sintió curiosidad de saber quién era ese ser extraño que no sentía dolor al pegarle a un muro tan duro y vacío como aquel que él referenciaba.


Nos conocimos gracias a una amiga que nos invitó a ambos a tomar café en un museo el cual frecuentábamos los dos sin habernos cruzado antes. Apenas entablamos conversación la confianza se disparó, era como si nos conociéramos de años, las carcajadas fueron cuestión de segundos y en un par de minutos ya nos estábamos contando nuestros más profundos secretos. La gente cuando nos veía imaginaba que éramos novios, actuábamos como tal, sentíamos que éramos almas gemelas, pero sin que alguno sintiera atracción sexual o emocional por el otro. Nos gustaba burlarnos de las personas y hacerles creer que así era, caminábamos por la calle cogidos de la mano solo para escuchar los comentarios de las personas y luego contarles a nuestros amigos lo ocurrido entre carcajadas.


Habíamos quedado de encontrarnos en un café cercano a mi casa, un nueve de octubre a las cuatro de la tarde para así tomarnos una bebida caliente y después contemplar el atardecer; más tarde la conversación continuaría con un par de tragos en algún bar.


Como siempre llegué tarde, pero él seguía con esa sonrisa que irradia la vida de los demás, apenas lo vi lo abracé y sentí una paz interior que meses atrás era incapaz de sentir. Comenzamos a adelantar cuaderno; hablando del pasado, presente y del futuro, después de hablar de su vida y tocar un poco la mía llegamos a ti, el tema de conversación el cual quería evitar.


—¿Cómo va con la chica de ojos azules?


—No vamos —dije con los ojos aguados.


—Creo que fue inapropiado preguntarle eso, sin antes preguntar cómo ha estado de ánimo estos días —hizo ese gesto de incomodidad que siempre hace cuando siente que la ha cagado.


—No haga esa cara, no estoy en mis mejores días, pero el sol sigue saliendo —se lo afirmé como si yo me lo creyera.


Le comencé a contar nuestra historia, esa montaña rusa de amor, en la cual todo aparentemente iba de maravillas, pero al final resulto siendo un drama donde todo acabo antes de que se ocultara el sol. Con un nudo en la garganta le relaté ese mensaje en donde nos suplicamos no volver a buscar la luz juntos. Toda esa historia se la conté con los ojos empapados en lágrimas, no entendía por qué lloraba, no sé si era porque él estaba allí y podía mostrarme vulnerable sin miedo a que me lastimara o si en realidad estaba sufriendo por algo que desconocía.


—Cuando tenía ocho años un carro rojo último modelo se llevó la vida de mi mejor amigo, todo ocurrió tan rápido al frente mío que lo más curioso es que no derramé ni una lágrima por la pérdida de ese perro que me acompaño durante largas noches en las que cuestionaba la vida. Días después fui al parque a jugar al futbolista como de costumbre, no sé en qué momento mi balón se pinchó y de inmediato mis ojos se llenaron de lágrimas, comencé a llorar y nadie me podía consolar, simplemente estaba llorando por ese balón a sabiendas que tenía 3 balones más esperándome en casa —confesó mirándome a los ojos.


—No entiendo a dónde va con eso —respondí con las manos temblorosas y el corazón latiendo a velocidades desconocidas.


— ¡Hermano! Yo no estaba llorando por el balón que se pinchó, estaba llorando por la pérdida de mi amigo, estaba intentando tapar el sol con un dedo. Usted no está llorando por la chica que conoció hace tres semanas, está llorando por aquel amor que aún no olvida, por ese amor que tanto se fuerza a olvidar pero que su mente no se lo permite.


— ¿De dónde saca tantas estupideces Federico? —enseguida me levanté a buscar un poco de café.


—¡No se haga el de los oídos sordos! —gritó mientras yo me alejaba en busca de café.


Mi amigo tenía razón, ayer había encontrado un cajón lleno de sus recuerdos, y era consciente de que si me dormía mi subconsciente me haría extrañarla más en mis sueños. Así que esa noche me propuse a pasarla despierto, la comenzaría mirando el cielo junto a mi taza de café con un poco de poseía de fondo y después me dispondría a mirar series por Netflix hasta que se hiciera de día y tuviera que volver a mi rutina.


Todo iba bien, eso creía hasta que en el cielo apareció esa bendita estrella que un día ella me regalo para no extrañarla, era la estrella que más brillaba en el cielo, una estrella que sale en las noches tristes y sonríe al ver el agua. Cuando me la obsequió, me susurro al oído “estemos donde estemos, juntos o separados, cuando veamos la estrella, la misma estrella, recordarás que estamos hechos el uno para el otro”.


—No lo hago —tomé aire y dije—, soy consciente de lo que me habla, es abrumador saber que lo que esta diciendo es cierto, pero yo me niego a la idea de extrañar a alguien que perdió las agallas cuando vio la luna rosada.


—Así intente hablar de ella con odio se le hace imposible, todo lo que dice está lleno de amor, sus ojos siguen brillando cuando el viento le susurra su nombre —comenzó hablar en un tono misterioso.


—Sigue viendo la vida con metáforas —con una risa nerviosa se lo dije.


—¡Antonia! ¡Antonia! ¡Antonia! —pronunció más de tres veces.


— ¡Cállese!, ya entendí su punto —comencé a enojarme, estaba enfadado porque sabía que él tenía razón, mi corazón seguía latiendo más rápido al escuchar su nombre y se me salían mil suspiros al imaginar su rostro.


—Comenzó a reírse y entre las carcajadas me dijo —no sé por qué se enoja, solo quiero que abra los ojos.


Se hacía de noche y yo ya había perdido las ganas de ir a bailar, le propuse que si comprábamos un poco de alcohol y nos íbamos a cenar a mi casa a seguir filosofando sobre la vida; todo lo que estuviera relacionado con alcohol y comida Federico era el primero en aceptar la invitación.


Al entrar a mi casa, Federico se encontró con una carta que se me había olvidado guardar.


—¿Qué es esto de aquí? —cogió el sobre y lo comenzó a revisar, parecía Sherlock Holmes tratando de averiguar que contenía dicho sobre.


—¡Deje eso quieto! —con un tono agresivo pronuncié y le rapé el sobre.


—Pareciera que no me conociera, entre más me diga que no debo hacer algo, mi cuerpo se llena de deseo para realizarlo —cogió el sobre y salió corriendo a encerrarse en el cuarto principal.


Comencé a gritar, y me llené de mucha ira, no quería que lo leyera y sabía que con lo odioso que era la leería en voz alta para que hasta los dioses griegos escucharan lo que habías escrito entre líneas hace unos años.


—Déjeme adivinar, es de Antonia esta carta —riéndose, comenzó a sonar de fondo el papel del sobre, la estaba abriendo despacio para que a través de la puerta yo supiera que estaba a segundos de leer dicha carta.


El cuerpo me empezó a sudar, no podía evitar lo inevitable, así que agarré la botella de Whisky y comencé a beber. Me senté en la puerta y solo esperé. Pero Federico se quedó callado, la casa estaba en silencio, mi cuerpo no estaba en calma y necesitaba ruido a mi alrededor.


—Si la va a leer, al menos léala en voz alta —se lo grité entre lágrimas.


Federico le comenzó a dar vida a esa carta que hace unos años me habías entregado con un beso en la mejilla. Recuerdo mucho que habíamos quedado de ir a cenar a lo más alto de la ciudad, en aquel restaurante donde te sentabas al lado de la ventana para contemplar las montañas, terminamos de cenar y me dijiste “he pasado toda la noche pensando en vos, no podía dormir así que tomé un lápiz, una hoja, y simplemente las líneas se comenzaron a llenar solas”. Me entregaste la carta y me suplicaste que la leyera antes de irme a dormir.


Querido Héctor,


No logro dormir, mis demonios me están atormentando. Lo curioso es que aunque estoy un poco abrumada con la vida, ella sigue teniendo color y es gracias a ti, gracias a la paz que me trasmites y todas esas cosas bonitas que tu sonrisa me hace sentir.


Quiero que sepas que estoy viendo la estrella que te regalé, cada que estoy triste ella sale y me recuerda que al final del túnel hay una luz, y que esa luz en mi camino eres tú. Esa estrella me mostró que no hay límites entre tú y yo, somos dos que están destinados a fusionarse, algo inexplicable porque las palabras se me hacen escasas para sacar este nudo de la garganta, es una sensación extraña, un temblor en las piernas y el latido del corazón que se acelera a la velocidad de un cheetah que va a 110 km/h, si existen los límites espero sean lejanos, sean en el triángulo de las Bermudas lejanos a nosotros por el momento.

Soy algo extraña y me invento cualquier bobada para obtener tu atención y no sé si deba pedir disculpas por eso, soy rara, me gustan todas las locuras sobrenaturales como los iluminatis y me encanta leer poesía antes de dormir; he notado que hacen que mis demonios tengan algo en qué pensar en vez de abrumar mi alma. Solo pido que no te aburras de alguien tan extraño como yo o si lo haces espero me lo digas, espero saberlo de ti y no notarlo porque una mariposa dejo de ser amarilla de un día para otro.


Me acabo de encontrar una rosa seca que me diste en nuestra última aventura. Son esos pequeños detalles que traen mucha carga emocional, esos misterios que me hacen quererte cada día más.


Eres tú y esos hermosos impulsos de conquistarme con simples cosas a la vista, pero a mis ojos me seduces con cosas de otra galaxia; sabes dominar todas mis cuerdas y cada uno de mis sentidos.


A la vista la llenas con tu brillo peculiar, la enamoras con esa sonrisa y con esa alma bondadosa dispuesta a comerse el mundo. Mis ojos se deleitan viéndote bailar o simplemente respirar.

Mi olfato lo tienes loco con ese perfume que siempre te acompaña; con esa fragancia propia que me trasporta a otro universo, o con el simple detalle de una flor que en su esencia eres tú.


Mi gusto está obsesionado con el sabor de tus besos, le encanta como le haces probar infinidad de cosas y ahora te quiere más por esa mora de sabor natural a campo que fuiste a recolectar esa tarde de junio.


Este sentido se complementa con las ganas que me dan de contarte más historias, pero él está enamorado es del sonido tan puro que causan tus cuerdas vocales. A él no le importa si lo que estás diciendo tiene o no sentido, a él simplemente le gusta prestarte atención y disfrutar cada palabra que tu boca es capaz de pronunciar.


El tacto, el querido y amado tacto; él se encuentra perdido en el espacio-tiempo por culpa de tus delicadas cuerdas que tienen una textura igual a la del agua, pura, pero a veces turbia. Le encanta sentir cada una de tus cuerdas y aprende cada día nuevas canciones para tocarlas en ellas.


Y por último el sentido que está en discusión entre los dos, el sentido del equilibrio, el cual nos permite caminar sin caernos, él, más que estar enamorado de ti, está agradecido porque le enseñaste que, aunque uno caiga se debe levantar y aprender a caminar de la forma indicada para no volver a caer por el mismo hueco.


Simplemente tú nos traes locos, a mí y a los seis sentidos que me acompañan.


Se me hace tarde, y debo dormir aunque sea unas horas para verme radiante para nuestra cita de hoy.


Con cariño, tu amada Antonia.


La casa se encontraba en calma, se escuchaba el eco de mis lágrimas que chocaban con la botella de Whisky, me encontraba desconcertado, sentía odio hacia Federico por haber leído tus líneas, pero sentía más odio hacia mí por no responderte nada al respecto de la carta; seguí bebiendo y la puerta del cuarto se fue abriendo, era Federico con los ojos aguados, se sentó al lado mío y sin pronunciar palabra alguna solo comenzamos a beber, después de un tiempo las botellas se acabaron y Federico rompió el silencio.


—Hace unos meses fui a buscar a Sofía, estaba ansioso de verla, la había dejado por irme a buscar una nueva aventura, y el deseo de contarle todo lo que me había ocurrido me consumía —entre lágrimas, un nudo pauso sus palabras y no pudo continuar hablando.


Me quedé mirándolo, impactado de que estuviera sufriendo por amor, él que siempre detesto a las personas que les daban un valor agregado a las relaciones personales, estaba allí vulnerable. Yo no entendía nada, Federico había conocido a Sofía en una galería de artes, ambos eran igual de fríos y atrevidos, eran locos y aventureros, pero al pasar los años fueron descubriendo caminos diferentes. Mientras Sofía quería formalizar las cosas y tener una familia para construir una casa en la playa, Federico quería ir a conocer toda Europa junto a su guitarra. Así que un día le dejó una carta y simplemente voló.

Lo último que supe de Sofía era que se había casado con un empresario y rehízo su vida en una nueva ciudad de Argentina.


—Respire hondo hermano, ver a la persona que uno ama en brazos de otro no ha de ser fácil —dije sin entender absolutamente nada de lo que había pronunciado.


—No sabe a lo que me refiero amigo. Cuando tomé las agallas de salir a buscarla al comienzo se me hizo muy complicado llegar a ella, se había mudado y toda su familia había cambiado de residencia, hasta sus números telefónicos, cuando por fin encontré a su madre, me evito y lo único que me decía era que ya no me preocupara por encontrarla —Federico solo lloraba, no era capaz de mirarme.


—Necesito que me cuente bien la historia porque no entiendo nada —le pasé un cigarrillo y después de prenderlo continuó.


—Seguí buscándola, me propuse que antes de que se acabara el año debía llegar a ella, porque como tú y Antonia, nosotros dos también estábamos hechos para estar juntos —respiró hondo, fumó un poco y mientras iba soltando el humo las lágrimas simplemente caían—. Después de meses di con ella, pero para mi desgracia no era lo que esperaba, sus ojos ya no brillaban, la vida otra vez me había quitado alguien que necesitaba en mi camino y no sé por qué culpo a la vida en vez de culparme a mí, al igual que a mi perro yo la dejé ir, en vez de cuidarla y estar pendiente de ella, simplemente me fui a buscar una nueva aventura.


—Estoy confundido, ¿Qué tiene que ver su perro en esta historia?


— ¡Lo tiene que ver todo!, ambos me necesitaban y yo solo los descuidé, de haberme quedado ella seguiría aquí junto a mí. Di con el esposo de ella, y entre unos tragos me contó como una infección respiratoria se la llevó en menos de un mes, una bacteria desconocida para el mundo de la medicina atacó todo de ella.


Estaba confundido. Hace unos meses me había encontrado con una amiga de ella y no mencionó nada de Sofía, me cuestionaba porque Federico no me había buscado antes y además cómo pude ser tan inútil de solo pensar en mis problemas y dejar a un lado los de mí querido amigo.

Federico amaba la libertad, era un hombre aventurero y no le gustaba atarse a las cosas, él si había aprendido bien como ser un fantasma en la vida de las personas, iba y venía, yo me sentía afortunado de hacer parte de ese pequeño grupo donde Federico se sentía a gusto de permanecer.


Cuando Federico conoció a Sofía la vida se le llenó de colores, nunca lo había visto tan contento, era como si para él, ella fuera un regalo de la vida, la adoraba y con todas las fuerzas de su ser no deseaba perderla. Pero cuando sintió que la vida se le estaba acabando y estaba perdiendo su esencia aventurera decidió salir a buscarla, fue un egoísta por solo dejarle una carta a Sofía dándole explicaciones demás y por ultimo suplicándole que lo esperara unas cuantas semanas. El problema radicaba en que Sofía cómo sabría cuántas semanas esperarlo y cómo sabría que esas semanas se convertirían en años.

Federico aventuró por toda Europa y al sentirse tan lleno de paz, decidió ir a recorrer todo el mundo sin importarle todo aquello que había dejado en Buenos Aires, él había perdido la noción del tiempo, no sabía para donde iba, pero sin duda alguna sabia a donde no quería volver.


Mi amigo que era fuerte como una piedra, mi querido amigo que tenía una puerta de acero para las visitas, estaba en un rincón de mi casa rodeado del humo de tabaco con los ojos hinchados, derramando sus lágrimas que gritaban piedad. El recuerdo de su amada lo atormentaba, después de confesarme dicha situación sus ojos perdieron brillo, tenía la mirada perdida, se notaba que sucedió lo mismo que hace unos años, no estaba llorando porque la carta de Antonia lo hubiera conmovido, estaba llorando por el odio que sentía hacia él mismo; estaba allí sin rumbo fijo porque había perdido más que a la mujer de su vida. Al asimilar lo que había sucedido perdió las ganas de aventurar, tras unas lágrimas me confesó que se había quedado estancado en una pequeña ciudad de España de la cual no lograba salir y lo único que lo mantenía vivo era lo que ganaba por cantar en un bar de mala muerte cerca a su hogar.


Federico era un hombre de familia adinerada, tenía bienes por montones, así que el dinero para él no era problema, por eso no entendía porque en vez de buscar ayuda se había quedado estancado en dicha ciudad. La impotencia por la pérdida de Sofía le habría distorsionado un poco su realidad y habría pensado que su vida se resumía en ir a cantar a ese bar y devolverse deambulando por las calles con una botella de algún trago barato hasta su casa. Me creaba varias historias para entender por qué mi amigo que no se dejaba estancar por ninguna piedra, había dejado que el agua se llevara todo lo que algún día comenzó a construir.


—No sé qué decirle amigo, a mí la vida me ha quitado muchos seres queridos, pero la vida acá para los mortales sigue avanzado, no se puede seguir estancando —mirándolo a los ojos y con temor a recibir un puño por decir algunas palabras impertinentes, le dije.


—Héctor, no debe decir nada; entiendo que la vida sigue y soy consciente que la vida por la muerte de alguien no se detiene —suspiró y continuó—, pero no era la vida de cualquier persona, era la vida de ella, de esa mujer que me enseñó a vivir y por mi egoísmo un día decidí salir a vivir sin ella, también sé que probablemente si me hubiera quedado la enfermedad igual hubiera llegado a su vida, pero… —se le comenzó a hacer un nudo en la garganta— al menos hubiera disfrutado sus últimos días junto a mí, hubiéramos aventurado juntos y de la mano quizás habríamos cumplido nuestro sueño, los míos y los suyos.


Lo abracé, era lo único que podía hacer en ese momento, ni él ni yo queríamos hablar, seguramente si me encontrara en su posición ya estaría mirando 1.000 maneras de morir y me hubiera inventado una forma de morir peor a esas para al menos aparecer en el programa que a Antonia le fascinaba ver los domingos en la tarde. En paralelo a la historia de mi amigo, yo no dejaba de pensar en ese amor tan puro que alguna vez sentí por ella, ese amor que me consumió y hasta el último suspiro que di por ella, fue sincero.


Era inevitable, la historia de Federico me había hecho extrañar más a Antonia, su recuerdo retumbaba en mi mente, olvidé el tono de su voz pero su rostro sigue intacto en mis recuerdos, quisiera llamarla y escucharla, decirle cuanto la extraño y todo lo que daría porque volviera a mí, pero la vida me frena, siempre que intento hacerlo, me encuentro con alguna carta de ella o algún escrito que hice para mi amada Antonia, así la presenté a mi prima y hasta el día de hoy ella la sigue recordando más que yo. La vida y los textos me recuerdan el odio que sentí por ella, me gritan que no la busque y no pierda mi tiempo, tienen razón, ella ya rehízo su vida y mientras yo estoy acá al lado de mi amigo sufriendo, seguramente ella está disfrutando en alguna ciudad del país.


—Le sonreí a Federico y le dije— ¿Quiere otro cigarro amigo?


—No amigo, mi cabeza ya está en paz, necesitaba una charla con usted, me iré a dormir y usted debería hacer lo mismo —después de agradecer, me dio un abrazo explosivo, lleno de bastante energía positiva.


—Me quedaré otro rato, mi casa es su casa, vaya y descanse —cogí otro cigarro y me fui para el balcón.

Me alegraba por mi amigo, que desahogarse lo ayudará a sanar las heridas y que con cabeza fría el día de mañana sabría qué hacer. Pero luego me encontraba yo; seguía con la cabeza hecha un desorden y además esa bendita estrella seguía brillando, era curioso todo el cielo estaba nublado menos el espacio de dicha estrella, no sé si era una señal o no, pero agarré la primera hoja que encontré con un lápiz cualquiera y enseguida la estrella comenzó a susurrarme que debía escribir.


Querida Antonia,


Hoy me encuentro observando nuestra estrella, sigue igual de radiante. Al pasar los años no pierde la fuerza que tenía cuando estábamos juntos, después de unas charlas con ella miles de pensamientos salieron a la luz, he estado pensando en ti. Últimamente no sales de mi mente y supuse que desde el lugar donde tu estuvieras si llegaras a mirar el cielo y estuviera nuestra estrella también me recordarías con cariño.


Siempre has estado aquí, en todo lo que hago siempre estás, ni por un segundo he dejado de pensar en vos, mis logros se los agradezco a la vida y a las personas que me rodean y aunque no estuvieras en físico también te agradecía a ti. Por más que intentara conocer personas, siempre aparecías en mis ojos, a pesar de tus defectos sigues acá, a pesar de lo sucedido sé que si mis ojos te volvieran a ver mi corazón se estaría preparando para amarte cada día más.


Cada que conocía un ser nuevo intentaba que se pareciera más a ti, dicen que después de un amor tan sincero las siguientes relaciones son la búsqueda de alguien que supere lo que fue ese amor, y vos creaste unas expectativas muy altas, nadie hasta el momento ha logrado llenarlas, nadie se compara a todo aquello que me brindaste con tu voz.


Este mensaje sin destino, no sé cómo lo estoy escribiendo. De hecho, no sé dónde colocar todas esas líneas que te dediqué y aquellos bocetos que mi lápiz hacia después de verte para no extrañarte. Quiero no tener que olvidarte, andas atrapada en la mayoría de mis pensamientos, quiero que seas feliz, pero también desearía que recuerdes cuando lo eras conmigo, pero tu mirada ya no es la que me amó.

La fragancia de un buen libro se compara a tu aroma, así de ameno fue y así de ameno será recordarlo como si lo estuviera leyendo aún, y seguiré escribiéndote, gastando tinta y papel porque ya que en la realidad no puedo recuperarte quizás en mis renglones pueda guardarte y esperarte, en ellos siempre se quedará todo mi amor y todo lo que tengo para darte.


Recuerdo que recién rompimos comencé a escribir solo como antidepresivo, le perdí el rumbo a mis líneas y para esos días debía entregar terminada mi próxima obra, pero las líneas no me salían, solo podía escribir cuentos tristes. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde para cuando decidieras volver. Esperaba que mi corazón o mis seis sentidos siguieran siendo tuyos para cuando te dignaras a regresar y tuvieras presente que aquí estaría, pero yo al igual que tu era consciente de que no sabría cuánto tiempo era el prudente para quedarse esperando. Días después de pasar noches frías y días melancólicos de tusa en mi casa me di cuenta que te tenía que decir adiós, que no podía ser egoísta y retenerte al lado mío cuando tus ojos querían salir a recuperar el brillo que tenían antes, que tus miedos habían montado una barrera grande y sólida que me fueron alejando de ti y acabaron con mis ganas de recuperarte.


Hasta el día de hoy, te he deseado lo mejor Antonia y que siempre estuvieras volando bien alto, porque más abajo del suelo no se puede caer, y que las ganas que siempre tienes de comerte el mundo no terminen nunca, porque tú siempre has estado llena de muchísimas cosas que te hacen brillar y me podría quedar horas narrando todos los dones y cosas que me han hecho amarte cada día más, los cuales no me hubiera gustado que nadie más las notara pero esa es la realidad, no puedo tapar el sol con un dedo, hoy junto a Federico demostramos que eso es imposible, por lo tanto siempre esperé que si te volvías abrir a alguien fuera la persona correcta y te llenara como yo no lo pude hacer.


Por otro lado, quería decirte que te mentí, la última vez que hablamos dije que ya te había olvidado y que tu recuerdo se había esfumado con tu partida, mentí y me llene de tu propia sangre para poder mentirte a los ojos con facilidad, te dije que si tu recuerdo se estaba esfumando miraría aquel archivo lleno de fotos que dejé en mi computador, pero ahí también mentí, no tengo la necesidad de mirar ningún archivo porque tu recuerdo está más que vivo en mi cerebro.


Estaba lleno de odio por la forma en la que me habías alejado de tu vida, no comprendía lo que sucedía y una noche comprendí tu forma de actuar, las estrellas comenzaron a tomar forma y entendí todos los factores que estaban a nuestro alrededor, por eso cada vez que intentabas acercarte yo prefería alejarte, prefería inventarme una mentira como la de que ya te había olvidado para no ser grosero contigo y desahogar toda esa irá que me consumía en ese momento.


Por más rencor que sintiera por ti, el amor que te tengo es más grande que cualquier sentimiento de desprecio que pude llegar a tener, la vida me enseño a sanar con los sentidos, cada uno de ellos tuvo su momento para sanar, recorrí lugares nuevos y la vista se contentó disfrutando cada color de la naturaleza, cada paisaje nuevo; le encantaba que la llevara a conocer ciudades nuevas para tener novedosas imágenes que guardar en su espacio personal; al olfato lo lleve a recorrer jardines, lo invite a caminar para descubrir fragancias nuevas de las personas y se encariño con el dulce olor del vino; al oído le toco soportar conocer nuevas personas con historias que la verdad no nos interesaban a ninguno de los dos, pero disfrutamos escuchando buenas bandas de rock para sentir la música hasta los pulmones; el tacto aprendió a pintar y a tocar nuevos instrumentos para en su tiempo libre distraer la mente de pensamientos negativos llenándolo de color y música; al gusto, pobre gusto a este sentido sí que le toco unos días difíciles, lo hice probar cualquier cantidad de alcohol y lo llenaba de sabores que odiaba solo por llenar la barriga pero al final de los días nos hicimos amigos, llegamos un acuerdo en cuanto al alcohol.


Me volví adicto a extrañarte en secreto, a leer tus cartas y revivir instantes. A tener que revisar cajones para encontrar tú recuerdo y aun así seguir sintiendo que ya no estás y no estarás.

Amada mía, amada alma y amada vida; si tú y yo nos complementáramos, si tú y yo nos uniéramos como dos átomos en vez de chocar como dos polos opuestos ¡seríamos magia! Seríamos más que tiempo, seriamos polvo hecho aire, ese aire que todos quisieran respirar porque es su necesidad tenernos en sus pulmones. Y que, si nos juntáramos, si nos mezcláramos, seriamos más penetrables en la vida de las personas, más sólido que líquido, más reales. Pero igual… todo esto se me pasó decírtelo en nuestra última cita.

Nunca olvides que aquí siempre estoy y que allá siempre estás, pero a las 3:30 tú y yo estamos justo donde queremos estar.


Con cariño, tu eterno enamorado Héctor.


Quemé dicha carta y solo la noche, esa bendita estrella y yo sabremos cuántos sentimientos chocaron escribiendo cada línea. La quemé y me terminé de fumar los cigarrillos que quedaban, cogí mi computadora y me dispuse a buscar vuelos para San Andrés en Colombia, era el lugar preferido de Federico, amaba el sol y sobre todo la playa, así que por él y el bien de mi alma necesitábamos buscar un espacio donde los dos estuviéramos en paz, lo llevaría a su lugar preferido y después lo obligaría a conocer la Laguna Verde en Nariño, ese sitio contiene todo lo que necesito para respirar libertad, tiene frío y sobre todo tiene un verde que te llena de buena energía para continuar esta pesadilla.


Le daría la sorpresa en la madrugada a Federico, iríamos juntos a aventurar como en los viejos tiempos, solo él y yo contra el mundo, se lo debía por no preocuparme como debía y sobre todo por olvidar todos esos eneros que se me paso darle un buen regalo de cumpleaños. Me fui a dormir con la esperanza de mañana comenzar a empacar y comprar todo lo necesario para nuestra nueva aventura, pero al despertar Federico ya no estaba, mi amigo como de costumbre se había ido, esta vez hizo algo distinto, dejó café preparado y una carta. Por mi mente pasaron millones de situaciones suicidas y temía leerla, así que fui a comprar cigarrillos, me llené de agallas, la agarré y me senté a leerla.


Hermano,


Debo agradecerte por todo lo que has hecho por mí, has sido lo más preciado que la vida me ha regalado, la vida me premió con tu amistad, podrán pasar los años pero tú y yo seguiremos siendo esa pareja gay en donde ninguno de los dos tiene nada de homosexual.


La charla de ayer me ayudó a comprender que necesito buscar la libertad, con la partida de Sofía quiero cambiar el mundo de alguien más, debo continuar y no defraudarla, ayer antes de dormir hice una lista de los sueños que alcanzamos a planear juntos y me acordé de unos que ella alguna vez pronunció, lo primero que debo hacer es construir una casa en la playa de San Andrés, era nuestro primer sueño.


No desapareceré como de costumbre, me tendrás que soportar más de lo normal, me volveré tu pareja pero no sexual, no te emociones. Con lo de Sofía aprendí que debo aprovechar a las personas en vida, después de muertas solo queda un charco lleno de lágrimas y nada más que compartir.


En tu computadora, vi unos tiquetes, guárdalos o cámbialos hacia otro destino, cuando yo esté listo para mostrarte mis nuevos proyectos me contactaré contigo; gracias por tanto hermano, no dejes de soñar y si tienes el deseo de buscar a Antonia hazlo, hace unos meses hable con ella, está pasando por lo mismo que tú, se encuentra viviendo en México por cuestiones laborales. Solo quería que supieras que no has estado pasando por esto solo, ella sigue mirando la misma estrella con cariño, ambos hablan de esa estrella como si fuera más importante que el sol o la luna.


Lucha por lo que quieres, un abrazo.


Estaba intrigado, no entendía nada de lo que había ocurrido las 24 horas pasadas. Estaba feliz de saber que mi amigo estaba en paz y creo que mi felicidad era completa de saber que Antonia estaba en la misma sintonía que yo, que todos estos años esperando una señal de ella no habían sido en vano, era mi momento de decir todo aquello que en una noche de abril no fui capaz de decir, me invadía el miedo y la adrenalina por salir a buscarla sin importar que fuera pasar.

Tomé una decisión inmediata y decidí llamar a la aerolínea para saber si había alguna posibilidad de cambiar los tiquetes para México, con certeza no sabía en qué lugar de México estaría, pero si ha de ser así no solo la vida me estaba guiando, sino también el destino me quería llevar de nuevo a ella. Si un día casi nos cruzamos de casualidad en el mar, porque esta vez no correría con la misma suerte, no solo estaba usando el poder de mi mente, también el universo estaba conspirando a nuestro favor y tal vez todo esto fuera un juego del destino, o quizás una prueba de la vida, para confirmar que son esos ojos cafés los únicos que podrían llenarme la vida de color purpura.

esa bendita estrella

.

-MARIPOSA.


 
 
 

Comentarios


Síguenos en:  
  • Facebook Social Icon
  • Instagram Social Icon
  • Twitter Social Icon
bottom of page