Una biografía o algo así
- Camille
- 2 abr 2017
- 3 Min. de lectura
Federico era un apasionado por el peligro, le gustaba sentir la adrenalina de estar a punto de morir, dejar de existir no le daba miedo. Lo hacía sentir vivo. Prefería la verdad que las mentiras, por lo tanto, él era de esas personas que solían decir lo que pensaba, sin cague. Para él, temor y muerte eran palabras sin valor significativo. ¿Vivir para morir? No, vivir para vivir. Creía que la reencarnación era obligatoria: la transformación, nunca la ruina. Aunque que paradójico, él era la destrucción. Rompiendo normas y estereotipos, creando lugares nuevos donde huir, llenando espacios para luego saturarlos y hacerlos explotar. Pero hay que agradecerle, cuando hacía explotar, daba origen a cosas nuevas. La verdad, nunca se supo su verdadera historia, de dónde venía, a dónde iba, qué quería. Sólo se sabía lo que hacía.
Era un drogadicto, sí. Pero era consciente de su entorno y de lo que le rodeaba, veía la realidad de una manera muy particular. Solía ver intensidad de energías en vez de cuerpos. No objetos, no colores, sólo materia transformada fluyendo en velocidades diferentes. Cuando contaba su percepción, la gente lo ignoraba. Loco, le decían.
A Federico le valía una mierda, no había venido al mundo a recibir palabras de los demás, él venía a comprender su realidad. No quería vivir la misma materialidad que la mayoría experimentaba, ya he vivido muchas, decía. Enfrentándose al sistema, decidió producir sus propios alimentos, cosiendo su propia ropa, siendo lo que se denomina un prosumer. Así pudo sobrevivir durante mucho tiempo, estudiado en química y siendo el mejor de su clase, tomó la decisión de abandonar la carrera. ¿Por qué? Nunca lo dijo, pero se le oía muy seguro de haber tomado la mejor decisión.
Aprovechando de su conocimiento, exploró el mundo de las drogas sintéticas, tratando de imitarlas, incluso de mejorarlas, creó un nuevo producto en el mundo de estas, no trató de distribuirla, ni ganar dinero con ella, lo hacía para no depender del mercado de psicofármacos y consumir una droga que ninguna otra persona hubiera probado.
Lastimosamente esto duró poco, unos conocidos a quién él confiaba la fórmula en caso de “morir” para así compartirla con el mundo, le traicionaron. Empezaron a distribuir el químico, otorgándose los derechos de autor y su respectiva patente. La droga fue luego aprobada y utilizada para personas con problemas psiquiátricos comunes. Se llenaron de dinero estos dos personajes, mientras, Federico, empezaba a producir y sintetizar otras drogas, entre estas estaba la cocaína, que por cierto era su favorita.
En la vida no había amado tanto como amaba a Camille, o eso decía; Llegó a relacionarla con la cocaína debido a la reacción de elevamiento placentero que le provocaba. Aunque no tenían una relación de mucho tiempo, parecía como si la hubieran tenido; Se entendían a la perfección. Camille al parecer, fue la única que lo apoyó en su dura existencia, él también lo hacía. Tener una pareja que es prostituta no hubiera sido fácil.
El día de su muerte fue un día normal, no se celebraba nada, no era feriado, el tráfico de la ciudad era el mismo; probablemente ese día murieron otras diez mil personas más alrededor del mundo. Pero el planeta no se detuvo; sólo se detuvo el corazón de Federico.
Cruzando la calle, cuando el semáforo se ha puesto en verde para peatones, Federico cae desplomado a mitad de la autopista. No fueron balas, ni golpes, fue la vida.
-CAMILLE.
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